Dos fracasos, dos desastres, dos riesgos.
Toño Casas, Pilar Muniesa, Andrés Pocoví, Óscar Pueyo y Carlos Revuelto [1]. Revista El Ecologista nº 87.
Los embalses de Enciso (en el río Cidacos) y Terroba (río Leza) son ejemplos muy interesantes de lo que puede aportar la geología a las cuestiones ambientales y de cómo se podrían evitar los riesgos (y los gastos asociados a los mismos) con un poco de planificación y de sentido común. Además, desde el ámbito de la ingeniería civil se debería reconocer que hay procesos en los que es peor intervenir mediante obras públicas o privadas que dejarlos a su dinámica natural, y que hay proyectos que no se pueden, y por tanto no se deberían, llevar a cabo.
Los 7 afluentes riojanos del Ebro (de oeste a este Oja, Najerilla, Iregua, Leza, Jubera, Cidacos y Alhama) son relativamente cortos en relación con otros afluentes de la margen derecha (y por supuesto, izquierda, la más caudalosa) del Ebro, cuentan con escaso caudal y tienen un régimen mediterráneo, y en ocasiones torrencial. Debido probablemente a estos factores (y a la escasa población en sus zonas de cabecera, todo hay que decirlo), han mantenido un estado relativamente saludable y han sido poco apetecibles como almacenes de agua para otros usos, al contrario de lo que ocurre en general en todos los afluentes de la margen izquierda del Ebro.
Por ello, no habían sufrido hasta hace unos años, con la excepción del Embalse de Mansilla y obras realizadas para el “encauzamiento de avenidas” por parte de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), modificaciones importantes de su dinámica y su estado de conservación era bastante razonable. Sin embargo, en la última década se han sucedido proyectos y realizaciones de obras hidráulicas sobredimensionadas e inútiles, con un fuerte impacto sobre el medio natural: nos referimos a los embalses de Enciso, Terroba y Castroviejo.
Sin una finalidad clara ni futura rentabilidad en cuanto a las hectáreas de riego proyectadas (recordemos que el 90% del agua contenida en los embalses se destina a esta finalidad, frente al restante para usos industriales y agua de boca), los embalses en el Cidacos, Leza y Yalde están o bien sobredimensionados, o bien localizados en áreas en las cuales su posible impacto beneficioso (regulación de avenidas) será prácticamente nulo. A esto se añaden las graves complicaciones técnicas y los riesgos asociados a su construcción y explotación, normalmente relacionados con grandes deslizamientos de ladera, que detallaremos para los casos de Terroba y Enciso, objetivos de este artículo.
El embalse de Enciso: un callejón sin salida
Fenómenos geológicos como la sismicidad y los grandes deslizamientos no son extraños en el valle del Cidacos y en la Rioja Baja. Tres grandes terremotos con intensidades entre VII y VIII en los últimos 200 años atestiguan una actividad importante, aunque discontinua en el tiempo, del denominado cabalgamiento de Cameros, límite topográfico entre la Sierra y la Cuenca del Ebro. En cuanto a los movimientos de ladera, algunas estructuras espectaculares en la cuenca alta del Cidacos, y que afectan a grandes volúmenes de roca, son indicadores de un relieve relativamente joven que está en constante evolución y con el que hay que contar en caso de proyectar grandes obras públicas.
En este contexto, resulta cuando menos sorprendente que los estudios previos encargados por la CHE no alertaran de los peligros a que se enfrenta la construcción de una presa de casi 100 m de altura en el alto Cidacos: la posible sismicidad inducida por el llenado del embalse y la generación de deslizamientos en el vaso, consecuencia del efecto de la presión del agua, que pondrían en peligro la estabilidad de la presa y serán por tanto susceptibles de producir inundaciones catastróficas en las poblaciones situadas aguas abajo de la misma.
El embalse de Enciso, localizado en el río Cidacos tiene una capacidad prevista de almacenamiento de agua de 47 hectómetros cúbicos, sobre los 58 hm3 de aportación anual media del río. Esto significa que la capacidad de regulación supera dicha aportación anual, algo difícilmente justificable en términos de eficiencia y de relación coste/beneficio. La altura de la presa es de 94,5 m sobre el cauce del río, y de 104 m sobre cimientos. La tipología de la presa es de gravedad, construida con hormigón.
También hay que reseñar que la historia de la construcción de la presa (como suele ser habitual en los trabajos proyectados por la CHE) ha estado plagado de irregularidades, imprevistos y proyectos modificados, que han llevado por ejemplo, a que la cantera para la extracción de caliza destinada a la construcción esté situada a 17 km del emplazamiento de la presa, y haya habido que construir una nueva carretera para acceder a la misma, salvando los más de 300 m de desnivel entre ambos puntos.
Los problemas más graves del embalse de Enciso desde el punto de vista geológico son la presencia de varios deslizamientos importantes dentro de la zona del vaso, algunos de ellos activos desde el momento en que se construyó la nueva carretera que une las poblaciones de Enciso (aguas abajo de la presa) y Yanguas (situado aguas arriba de la cola del embalse). El más importante de estos deslizamientos, situado en la cola del embalse, ha impedido la continuación de dicha carretera y amenaza con crear, en caso de acelerarse el movimiento, un embalse natural en la cola del pantano. Las consecuencias de la formación de este tipo de embalse es que su rotura (normalmente a las pocas horas de su generación) crea una onda que puede poner en compromiso la estabilidad de la presa, dando lugar a su rotura.
En relación con las inundaciones catastróficas producidas por rotura de presas, un factor a tener en cuenta es la falsa sensación de seguridad que producen los embalses, por contribuir a laminar avenidas (que en el caso del Cidacos y el Leza no han producido en las últimas décadas ninguna víctima mortal). Pero en cambio, crean una situación de riesgo de orden muy superior a la creada por las avenidas naturales del río.
Teniendo en cuenta que el movimiento de los deslizamientos es favorecido por los movimientos sísmicos y por la presión de agua, y que el llenado del embalse contribuirá a aumentar ambos factores, la situación de riesgo creada por el embalse de Enciso es más que preocupante. El riesgo de inundación por rotura de presa es muy alto en las localidades de Enciso (donde la mitad del pueblo aproximadamente quedaría anegada en cuestión de minutos) y Arnedillo, debido a las características del cauce y los estrechamientos que presenta a lo largo de su recorrido.
El embalse de Terroba: ¿un Vaiont en el Leza?
Podríamos definir el embalse de Terroba como una pequeña pieza de regulación con grandes complicaciones técnicas. La presa de Terroba es una presa de materiales sueltos, de 37 m de altura sobre el cauce, y capaz de embalsar algo más de 8 hm3. Está situada en el curso del Leza, entre Soto de Cameros y la propia localidad de Terroba. Los materiales sobre los que están emplazados el vaso y la presa pertenecen a la Cuenca de Cameros (de edad Cretácica, pero levantada a su posición actual durante el Terciario), y están constituidos por alternancias de areniscas, arcillas y calizas del denominado grupo de Enciso.
Al igual que ocurre en otros embalses de Cameros, como el caso de la presa de Enciso, el valle del Leza es también propenso a generación de movimientos de ladera, como lo muestra el caso espectacular de una zona situada aguas abajo de la presa de Terroba. La presencia de estos deslizamientos previos a la realización del proyecto y por supuesto, de las obras, es de nuevo un buen indicador de la poca atención que se presta a los indicios geológicos y de que los estudios geológicos previos se consideran como un mero trámite una vez que se ha decidido la ubicación de la obra y no como un auténtico informe vinculante sobre el cual decidir las alternativas existentes a la regulación.
Los estratos en todo el curso medio del Leza aguas arriba de Soto de Cameros presentan inclinación hacia el este, lo cual supone una inestabilidad intrínseca del conjunto de la ladera situada sobre el lateral izquierdo del vaso y con una orientación general Norte-Sur. Las alternancias de diferentes tipos de materiales (calizas y arcillas) también favorecen la presencia de inestabilidades a favor de las superficies de estratificación. Finalmente, la fracturación natural que afecta a los materiales duros y que los corta en bloques, con grietas que se rellenan de agua durante las lluvias, favorece también la existencia de deslizamientos. La situación a este respecto de toda la carretera del Leza desde Ribafrecha hacia el sur debido a las lluvias de la primavera de 2014 (y a la utilización indiscriminada de explosivos durante la realización de las obras de la carretera, que contribuyó a abrir fracturas en la roca que anteriormente estaban selladas) es ilustrativa de este tipo de movimientos.
Debido a todos estos factores, cualquier elemento de perturbación en las laderas es capaz de ocasionar deslizamientos, que pueden abarcar desde pequeñas dimensiones, a prácticamente todo el conjunto de la ladera, que consta de dos grandes masas deslizables, que superan con creces la propia capacidad del embalse. Esta situación es análoga (aunque a menor escala) a la que se produjo en la catástrofe del embalse de Vaiont, en el norte de Italia, en 1963.
El movimiento parcial de estas masas se produjo ya durante la fase de construcción del pantano ocasionando problemas en la carretera que circunda el embalse. El llenado del embalse puede agravar la situación de estabilidad, por los mismos factores comentados en el caso de la presa de Enciso, desencadenando el deslizamiento de las dos masas. El hecho de que la presa de Terroba sea de materiales sueltos agrava aún más la situación, ya que en caso de sobrepasar el límite máximo de embalse, la presa se erosionaría de forma catastrófica (fenómeno conocido como overtopping), dando lugar a una inundación aguas abajo. El cañón del Leza, situado aguas abajo de Soto, supondría una barrera hidrodinámica que haría aún más irregular la inundación provocada por el deslizamiento, por lo cual sus consecuencias en la cuenca baja del Leza (donde pueblos como Murillo de río Leza están a poca altura sobre el cauce) o incluso en el Ebro, son difíciles de prever.
Confederación Hidrográfica del Ebro: la chapuza por sistema
Los riesgos asociados a los embalses de Enciso y Terroba no son hechos aislados. Desde hace algo más de 15 años estamos asistiendo a una borrachera presística por parte de la Confederación Hidrográfica del Ebro, y en especial de su Dirección Técnica, que afecta de forma desmesurada al gasto público y está sometiendo a un riesgo inadmisible a miles de personas. El recrecimiento del embalse de Yesa, en el río Aragón, Itoiz en el Irati, Biscarrués en el Gállego, Montearagón en el Flumen, o La Loteta en el centro de la cuenca del Ebro, son otros casos de obras inútiles, costosas y peligrosas, además de que nunca servirán para los fines para los fueron proyectadas, a pesar de su carácter “emblemático e histórico” otorgado por algunos políticos.
Esta avalancha de obras francamente peligrosas solo puede explicarse por una connivencia entre empresas constructoras, políticos y los propios técnicos de la Confederación Hidrográfica del Ebro, cuya prepotencia, incompetencia e irresponsabilidad les hacen cómplices de una situación que puede devenir en catástrofes, muchas de ellas anunciadas. La ausencia de mecanismos de control y de estudios independientes, y la supeditación de las empresas consultoras de geología y geotecnia a decisiones arbitrarias sobre la adjudicación de los informes hace de la cuenca del Ebro, y en este caso de los ríos riojanos, un campo abonado para el fraude, la especulación, y finalmente, en caso de los embalses descritos, para catástrofes de dimensiones desconocidas hasta ahora.