[...] La realidad de los presupuestos participativos se ha extendido, en diferentes formas, a algunas experiencias existentes en gobiernos locales del Estado español, caso de Albacete o Rubí; además de que ha contado con alguna referencia reciente en los discursos políticos y propuestas programáticas de partidos de izquierda y centro-izquierda. En nuestro caso, y siendo conscientes de los límites del trabajo, simplemente pretendemos constatar la virtualidad de instrumentos como los presupuestos participativos en los procesos de transformación y cambio social. De esta forma, por medio de regulaciones que introduzcan estrategias como ésta a la que nos referimos, por un lado, se están poniendo las herramientas necesarias para que los ciudadanos participen y decidan temas que les afectan directamente, haciendo, así, revertir una tendencia de las democracias actuales de primar la representación sobre la participación; pero, sobre todo, y a través de la confianza depositada en valores propios de la tradición republicana, tales como la deliberación, el diálogo, el reconocimiento mutuo, la participación, la virtud ciudadana, se está alentando un giro en nuestras sociedades hacia la construcción de una especie de “democracia de la cotidianeidad” (Alcober i Solanas 2000, 9).
Dicho de otra forma, y aunque todavía le queda un gran camino por recorrer a las regulaciones sobre presupuestos participativos, éstos no sólo han de ser leídos como una forma de ejercicio de la participación directa en la esfera política, por ejemplo, facilitando la recuperación política de colectivos poblaciones que, como los marginados sociales y los abstencionistas, y por diversas razones, quedaban al margen de los procesos de decisión política. Junto a esta función, de lo que ahora se trata es de resaltar que la lectura de las regulaciones sobre presupuestos participativos puede ser realizada en clave de recuperar la ciudad, el espacio de encuentro entre las personas, con todo el significado político que ello conlleva. O como dice Ubiratan de Souza, un economista muy implicado en el desarrollo de los presupuestos participativos en Porto Alegre: “Es preciso comprender que la experiencia del Presupuesto Participativo trasciende al proceso de gestión pública y de planificación democrática. Es también un elemento de toma de conciencia y de despertar de la ciudadanía” (de Souza 2000, 42). En definitiva, los presupuestos participativos y las normas que los desarrollan, con todas las limitaciones que puedan tener y en sus diversas formas, suponen y significan una impresionante liberación de energía democrática y de reactivación de la ciudadanía. Esto es, un ejemplo a tener en cuenta a la hora de hablar del Derecho y el cambio social.
(por Raúl Susín, Profesor de Teoría del Derecho en la Universidad de La Rioja)
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