A pesar que desde los grandes partidos se nos insiste constantemente en que es necesario “apretarse el cinturón”, es decir, resignarse, parece que hay una distinta vara de medir y que hay gastos que son irremediablemente necesarios, como es el recibir al Papa Benedicto XVI, lo cual demuestra los privilegios de la Iglesia Católica en la agenda política, en la legislación y en muchos más aspectos.
En este 28 de junio, día del Orgullo y Libración LGTBI tenemos mucho que demandar, más razones para rebelarnos, indignarnos y pasar a la ofensiva.
El próximo mes de agosto, tiene lugar la celebración en Madrid de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), con la presencia del Papa Benedicto XVI, con un coste estimado de 50 millones de euros y con la financiación de empresas como el Banco Santander, el grupo Prisa, o Iberdrola, cuyos dueños son los actuales culpables de la crisis económica y aquellos que exigen que las transmaribibolleras nos “apretemos el cinturón”. Su colaboración será recompensada mediante desgravaciones fiscales, y el acto será calificado como un “acontecimiento de excepcional interés público”. El Gobierno de Rodríguez Zapatero se ha comprometido a financiar tanto la seguridad del evento así como proporcionar todo tipo de logística para este evento.
Todas ya sabemos que la institución eclesiástica practica activamente la homofobia, bifobia, lesbofobia, transfobia, y el heterosexismo, señalando y discriminando a todo aquella persona que se escape de la norma, aunque no compartan su misma fe. La salud no escapa de sus dogmas, y así Benedicto XVI no tiene ningún pudor en negar la efectividad del preservativo frente al VIH, con todos los riesgos que supone que una figura de autoridad esgrima argumentos de este tipo. Todo ello a través de una posición de poder que tiene la Iglesia Católica en nuestro país, no comparable con otros países de la Unión Europea. Sin duda, herencia del franquismo que ni el PP ni el PSOE han querido tocar.
Por supuesto que la Iglesia Católica no va a renunciar tan fácilmente a todo lo que ha sido suyo durante mucho tiempo: la capacidad de someter a las personas, sobre todo a las mujeres y las transmaribibolleras a sus dogmas a través de diversos métodos derivados de sus privilegios. Esto se traduce en considerar un modelo de sexualidad adecuada, exterminando y rechazando todas aquellas posibilidades de vivir una sexualidad diferenciada y alejada de fines meramente reproductivos. Las personas bisexuales y/o transexuales, por ejemplo, han sido perseguidas durante mucho tiempo en sus cruzadas católicas, y no hay más que recordar el papel de la Iglesia durante los cuarenta años de dictadura franquista y el trato que han ido teniendo las víctimas y la invisibilización de muchas de sus experiencias bajo el régimen. Lo alarmante es que las relaciones con el Estado no hayan cambiado demasiado y que incluso se llegue criminalizar a activistas que denuncian los privilegios eclesiásticos, como sucedió con la acción-protesta de las capillas en la Universidad Complutense de Madrid. Por esto y por más, es necesaria una profundización democrática en lo relativo a los derechos y libertades religiosas de toda la ciudadanía, así como la constitución de un Estado laico, lo que implicaría una reforma constitucional. En todo momento hablamos de la jerarquía, que no de la comunidad cristiana en sí.
A las transmaribibolleras se nos está cargando con las consecuencias de una crisis que no hemos causado, de un déficit de democracia y de un modelo de estado arcaico. Nos parece un atentado a nuestros derechos que se financie la LGTB-fobia con dinero público y que a su vez, se nos deje sin curro y sin casa bajo la excusa de que nos tenemos que “apretar el cinturón”. Una vez más, nos toca salir a las calles y exigir que no nos lo vamos a apretar y que no vamos a pagar ni esta crisis ni más eventos ni instituciones que promuevan el odio y las fobias hacia nuestras vidas.
Desde el Área de Libertad de Expresión Afectivo-Sexual de Izquierda Unida de La Rioja consideramos que es necesario un orgullo más crítico, reivindicativo y de izquierdas que nunca, pues la situación social y política no nos deja de otra.
Es hora de volver a demostrar que no nos conformamos con lo que ya tenemos y que no vamos a retroceder ni un paso atrás. Porque es inadmisible que se destinen miles de euros en la visita del Papa, mientras los índices de homofobia, bifobia, lesbofobia y transfobia no dejan de aumentar en las aulas de nuestros institutos y colegios.
Porque es necesario un reforzamiento de los servicios públicos frente a las privatizaciones que nos someten a una mayor exclusión, así como el fin de los conciertos con colegios católicos. Porque no queremos más LGTB-fobia ni una vida inmersa en la precariedad. Porque las transmaribibolleras también somos clase obrera.
En este 28 de junio, día del Orgullo y Libración LGTBI tenemos mucho que demandar, más razones para rebelarnos, indignarnos y pasar a la ofensiva.
El próximo mes de agosto, tiene lugar la celebración en Madrid de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), con la presencia del Papa Benedicto XVI, con un coste estimado de 50 millones de euros y con la financiación de empresas como el Banco Santander, el grupo Prisa, o Iberdrola, cuyos dueños son los actuales culpables de la crisis económica y aquellos que exigen que las transmaribibolleras nos “apretemos el cinturón”. Su colaboración será recompensada mediante desgravaciones fiscales, y el acto será calificado como un “acontecimiento de excepcional interés público”. El Gobierno de Rodríguez Zapatero se ha comprometido a financiar tanto la seguridad del evento así como proporcionar todo tipo de logística para este evento.
Todas ya sabemos que la institución eclesiástica practica activamente la homofobia, bifobia, lesbofobia, transfobia, y el heterosexismo, señalando y discriminando a todo aquella persona que se escape de la norma, aunque no compartan su misma fe. La salud no escapa de sus dogmas, y así Benedicto XVI no tiene ningún pudor en negar la efectividad del preservativo frente al VIH, con todos los riesgos que supone que una figura de autoridad esgrima argumentos de este tipo. Todo ello a través de una posición de poder que tiene la Iglesia Católica en nuestro país, no comparable con otros países de la Unión Europea. Sin duda, herencia del franquismo que ni el PP ni el PSOE han querido tocar.
Por supuesto que la Iglesia Católica no va a renunciar tan fácilmente a todo lo que ha sido suyo durante mucho tiempo: la capacidad de someter a las personas, sobre todo a las mujeres y las transmaribibolleras a sus dogmas a través de diversos métodos derivados de sus privilegios. Esto se traduce en considerar un modelo de sexualidad adecuada, exterminando y rechazando todas aquellas posibilidades de vivir una sexualidad diferenciada y alejada de fines meramente reproductivos. Las personas bisexuales y/o transexuales, por ejemplo, han sido perseguidas durante mucho tiempo en sus cruzadas católicas, y no hay más que recordar el papel de la Iglesia durante los cuarenta años de dictadura franquista y el trato que han ido teniendo las víctimas y la invisibilización de muchas de sus experiencias bajo el régimen. Lo alarmante es que las relaciones con el Estado no hayan cambiado demasiado y que incluso se llegue criminalizar a activistas que denuncian los privilegios eclesiásticos, como sucedió con la acción-protesta de las capillas en la Universidad Complutense de Madrid. Por esto y por más, es necesaria una profundización democrática en lo relativo a los derechos y libertades religiosas de toda la ciudadanía, así como la constitución de un Estado laico, lo que implicaría una reforma constitucional. En todo momento hablamos de la jerarquía, que no de la comunidad cristiana en sí.
A las transmaribibolleras se nos está cargando con las consecuencias de una crisis que no hemos causado, de un déficit de democracia y de un modelo de estado arcaico. Nos parece un atentado a nuestros derechos que se financie la LGTB-fobia con dinero público y que a su vez, se nos deje sin curro y sin casa bajo la excusa de que nos tenemos que “apretar el cinturón”. Una vez más, nos toca salir a las calles y exigir que no nos lo vamos a apretar y que no vamos a pagar ni esta crisis ni más eventos ni instituciones que promuevan el odio y las fobias hacia nuestras vidas.
Desde el Área de Libertad de Expresión Afectivo-Sexual de Izquierda Unida de La Rioja consideramos que es necesario un orgullo más crítico, reivindicativo y de izquierdas que nunca, pues la situación social y política no nos deja de otra.
Es hora de volver a demostrar que no nos conformamos con lo que ya tenemos y que no vamos a retroceder ni un paso atrás. Porque es inadmisible que se destinen miles de euros en la visita del Papa, mientras los índices de homofobia, bifobia, lesbofobia y transfobia no dejan de aumentar en las aulas de nuestros institutos y colegios.
Porque es necesario un reforzamiento de los servicios públicos frente a las privatizaciones que nos someten a una mayor exclusión, así como el fin de los conciertos con colegios católicos. Porque no queremos más LGTB-fobia ni una vida inmersa en la precariedad. Porque las transmaribibolleras también somos clase obrera.