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Tan creyente era la vecina de Alberto que, a su muerte, dejó en herencia su piso de la madrileña calle La Paloma al mismísimo Papa Juan Pablo II. Era el año 93 y en España aún no existían ni las leyes de parejas de hecho.
Cinco años más tarde Alberto, que vivía junto a su novio bajo el piso de la fallecida y católica señora Patrocinio, notó que tenía humedades en el techo. Al intentar contactar con el dueño del inmueble se dio de bruces con el nuncio apostólico de la Santa Sede en España, es decir, el representante por aquel entonces de su santidad en nuestro país. “¿Os gustaría quedároslo?”. La oferta de venta por parte de Monseñor Lajos Kada fue inmediata.
Cada vez que le enseñábamos las escrituras del piso con el nombre del Papa el pobre se santiguaba Dicho y hecho. Poco parecía importarle entonces al Vaticano que la casa legada al Papa por una piadosa cristiana fuese a convertirse en el hogar de una pareja cuya naturaleza atentaba contra la creación humana, como años más tarde se refirió a las uniones homosexuales el sucesor de Woytila, Benedicto XVI. “La Iglesia no nos quiere, pero para hacer negocios, sí”, afirma Alberto.
Con el paso del tiempo, como muchas otras parejas, Alberto se separó y conoció a Miguel Ángel, su actual marido y casualmente (o no) presidente del Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid (COGAM).
Comenzaron a vivir juntos e iniciaron varias reformas. El encargado de llevarlas a cabo era un chico muy católico nacido en Polonia, patria de Juan Pablo II. “Cada vez que le enseñábamos las escrituras del piso con el nombre del Papa el pobre se santiguaba”, recuerda Alberto divertido.
Ambos se casaron el 11 de julio de 2008, tres años después de la entrada en vigor de la ley que permitía las bodas entre personas del mismo sexo.
"Un problema de homofobia"
“La ley significa igualdad de derechos para todos los ciudadanos”, explica Miguel Ángel. “Las cosas han cambiado para bien. Hace 10 años determinados partidos decían que éramos perros y gatos, y ahora hay mayor aceptación, más visibilidad, y podemos casarnos... Sin embargo, especialmente fuera de las grandes ciudades, seguimos teniendo un problema de homofobia en este país, sobre todo si tenemos una jerarquía eclesiástica que está todo el día erre que erre”, añade.
En su discurso de fin de año el Papa comparó la homosexualidad con la amenaza del cambio climático Cuando la ley de los matrimonios gays estaba aún en trámite parlamentario el Partido Popular y la Iglesia española pusieron el grito en el cielo. “Es como sumar peras y manzanas”, dijo entonces Ana Botella, esposa del ex presidente del Gobierno José María Aznar. Poco después el PP recurrió la norma ante el Tribunal Constitucional, alegando que desnaturalizaba “la institución básica del matrimonio”. A día de hoy la ley aún espera sentencia.
Mientras, en el Vaticano, el Papa aprovechó su discurso de fin de año en 2008 para comparar la homosexualidad con la amenaza que el cambio climático supone para el planeta. Y ello, al tiempo que rechazaba aprobar la propuesta despenalización universal de la homosexualidad que 66 países presentaron en la ONU días antes.
Visto lo visto, y de haberlo sabido, puede que doña Patrocinio se lo hubiera pensado dos veces antes de legar su casa al santísimo padre. Amén.
Tan creyente era la vecina de Alberto que, a su muerte, dejó en herencia su piso de la madrileña calle La Paloma al mismísimo Papa Juan Pablo II. Era el año 93 y en España aún no existían ni las leyes de parejas de hecho.
Cinco años más tarde Alberto, que vivía junto a su novio bajo el piso de la fallecida y católica señora Patrocinio, notó que tenía humedades en el techo. Al intentar contactar con el dueño del inmueble se dio de bruces con el nuncio apostólico de la Santa Sede en España, es decir, el representante por aquel entonces de su santidad en nuestro país. “¿Os gustaría quedároslo?”. La oferta de venta por parte de Monseñor Lajos Kada fue inmediata.
Cada vez que le enseñábamos las escrituras del piso con el nombre del Papa el pobre se santiguaba Dicho y hecho. Poco parecía importarle entonces al Vaticano que la casa legada al Papa por una piadosa cristiana fuese a convertirse en el hogar de una pareja cuya naturaleza atentaba contra la creación humana, como años más tarde se refirió a las uniones homosexuales el sucesor de Woytila, Benedicto XVI. “La Iglesia no nos quiere, pero para hacer negocios, sí”, afirma Alberto.
Con el paso del tiempo, como muchas otras parejas, Alberto se separó y conoció a Miguel Ángel, su actual marido y casualmente (o no) presidente del Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid (COGAM).
Comenzaron a vivir juntos e iniciaron varias reformas. El encargado de llevarlas a cabo era un chico muy católico nacido en Polonia, patria de Juan Pablo II. “Cada vez que le enseñábamos las escrituras del piso con el nombre del Papa el pobre se santiguaba”, recuerda Alberto divertido.
Ambos se casaron el 11 de julio de 2008, tres años después de la entrada en vigor de la ley que permitía las bodas entre personas del mismo sexo.
"Un problema de homofobia"
“La ley significa igualdad de derechos para todos los ciudadanos”, explica Miguel Ángel. “Las cosas han cambiado para bien. Hace 10 años determinados partidos decían que éramos perros y gatos, y ahora hay mayor aceptación, más visibilidad, y podemos casarnos... Sin embargo, especialmente fuera de las grandes ciudades, seguimos teniendo un problema de homofobia en este país, sobre todo si tenemos una jerarquía eclesiástica que está todo el día erre que erre”, añade.
En su discurso de fin de año el Papa comparó la homosexualidad con la amenaza del cambio climático Cuando la ley de los matrimonios gays estaba aún en trámite parlamentario el Partido Popular y la Iglesia española pusieron el grito en el cielo. “Es como sumar peras y manzanas”, dijo entonces Ana Botella, esposa del ex presidente del Gobierno José María Aznar. Poco después el PP recurrió la norma ante el Tribunal Constitucional, alegando que desnaturalizaba “la institución básica del matrimonio”. A día de hoy la ley aún espera sentencia.
Mientras, en el Vaticano, el Papa aprovechó su discurso de fin de año en 2008 para comparar la homosexualidad con la amenaza que el cambio climático supone para el planeta. Y ello, al tiempo que rechazaba aprobar la propuesta despenalización universal de la homosexualidad que 66 países presentaron en la ONU días antes.
Visto lo visto, y de haberlo sabido, puede que doña Patrocinio se lo hubiera pensado dos veces antes de legar su casa al santísimo padre. Amén.
4 comentarios:
Que asco¡¡¡
Vivir en un piso que ha sido propiedad de ese.
No me quiero imaginar si encima le había lanzado algún hechizo (eso que ellos llaman "bendecir").
Yo si me entero que en mi casa ha pasado eso me piro a vivir con mi madre hasta que la pueda vender.
Seguro que si hacen psicofonías salen gritos de niños chillando "no nos toques ahí, por favor" y esas cosas.
Y si no se la hubiera vendido dirías que JPII era un homófobo como Makoki.
Curiosa anecdota y curioso recorrido. Cuanta pasta tendrá el circo por esas donaciones?.
Salud
Y si no se lo llega a vender el Vaticano que son más homófomos que Makoki en un puticlub de carretera.
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