Diario La Rioja, publica una denuncia de los vecinos y visitantes de Treguajantes una pedania del Ayuntamiento de Soto en Cameros.
En este artículo denuncian el abandono que sufren por las administraciones publicas y el propio Ayuntamiento.
En este artículo denuncian el abandono que sufren por las administraciones publicas y el propio Ayuntamiento.
Para vivir emociones fuertes y sentir el hálito del riesgo muy cerca no hay que viajar lejos. Así, lo aseguran los descendientes de la aldea de Treguajantes, perteneciente al Ayuntamiento de Soto en Cameros, -que sólo cuenta con un vecino de forma permanente, pero que dispone de cerca de nueve casas que se abren en fines de semana y vacaciones-, quienes aseveran que han tenido que encomendarse en más de una ocasión al Altísimo cuando visitan el pueblo.
Según relatan, la «aventura» comienza nada más abandonar el empalme con la LR-250. En cuanto avanzan los primeros metros irrumpen las dificultades: «debemos librar una rampa inclinada con profundos baches y zanjas y una portillera de alambre de espino que raras veces está abierta». Esto sólo hasta llegar al puente sobre el Leza, que critican que «carece de protecciones laterales y no está adecuado para el paso de camiones, que aún así transitan». Una vez cruzado el viaducto arranca la pista forestal de 5 kilómetros que conduce a Treguajantes al pie de un barranco, un trazado «con anchura suficiente para un vehículo, que presenta numerosos tramos sin visibilidad y que, en invierno, se congela en diversos puntos debido a la falta de canalización del agua», dejando un reguero de coches escorados en la cuneta.
Agravio comparativo
El estado precario de la infraestructura obliga a estos ciudadanos a denunciar el «abandono continuado» de la aldea, que ve pasar de lejos las mejoras que se acometen en otras pedanías del entorno. «Estamos indignados por ese agravio comparativo y porque, aunque las Administraciones prediquen con entusiasmo un afán por recuperar la vida en los pueblos abandonados, a Treguajantes no lleguen las facilidades», sostienen.
Y es que cuando sus moradores hablan de situación «tercermundista» no aluden únicamente a la vía. «Carecemos de suministro de agua potable y tenemos que recurrir a las placas solares para abastecernos de electricidad», comentan. Esto se traduce en un continuo control del gasto de luz -la ración diaria de televisión se debe limitar a un máximo de tres horas- y al recurso a la recogida de agua de las canaleras para regar o de un pilón con bidones y palanganas para fregar y asearse.
Por esto, cuando se les inquiere acerca de por qué siguen acudiendo en su tiempo de asueto a Treguajantes razonan tajantes que «sencillamente, por orgullo».
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