La Iglesia católica pone nuevas trabas para que sus feligreses alcancen el paraíso. A día de hoy no tratan del preservativo ni del aborto, aún en caso de que ponga en peligro la vida de uno de los dos o de ambos. Esta vez hace uso de su capacidad como agente civilizador y se encarga de la educación vial.
Adelantar con el coche se convierte en pecado. Nada indican si poniendo o no en riesgo las condiciones de seguridad de los demás automóviles. Los vehículos, amonesta la Santa Sede, “más que servir a un uso prudente y ético para la convivencia o la solidaridad y al servicio de los demás”, son habitualmente un instrumento de “abuso”.
Los valores éticos martillean al vasto número de ciudadanos. El Cardenal Raffaele Martino convoca a los medios para difundir sus ideas didácticas. El culto al alma le queda obsoleto a las nuevas líneas de discusión del equipo de Gobierno de Benedicto XVI. No se puede permitir la pérdida de feligreses en las carreteras.
No dice nada, en cambio, de los valores éticos que supone estar callados frente a las guerras injustas de los poderosos ni de lo que supone orquestar leyes caníbales para los jóvenes precarios, los inmigrantes o los países colapsados de deudas por el FMI, el BM, la OMC y grupos de presión usurpadores. Aquí la moral viene silenciada. Tampoco dice nada de lo que significa el uso irresponsable del petróleo ni de los métodos salvajes para conseguirlo.
Llama la atención, por peculiar, la división que hace de los parroquianos de las carreteras, “divididos en cuatro categorías: los viajeros, las prostitutas, los niños sin familia y los vagabundos”. El punto de vista cuanto menos es novedoso y especialmente errado. Las prostitutas de las travesías y tramos urbanos más que impedir el adelantamiento regulan el tráfico de los furtivos “viajeros” que aminoran la marcha. Los niños sin familia, cuando no están recluidos en centros estatales, poco o nada pueden hacer para motivar los adelantamientos. Y los vagabundos caminan por las ciudades, ya que bajo las carreteras llueve y no hay puntos de reparo.
De la doble moral del Papa Benedetto XVI nos quedamos sólo con la parte de los “viajeros”. Hay que tener en cuenta que por un lado están los que conducen (potenciales pecadores) y por otro los que tienen chófer y se libran de las brasas eternas en detrimento de sus conductores.
El gabinete de la Iglesia católica lanza una batalla contra los adelantamientos de automóvil. Ante esta nueva normativa católica de circulación habrá que preguntarse si los que rodamos en bicicleta hemos ganado puntos para el carné celestial que bíblicamente revisará san Pedro o si estamos fuera de toda norma, de nuevo, por no utilizar petróleo trasformado en nuestros desplazamientos ecológicos.
Adelantar con el coche se convierte en pecado. Nada indican si poniendo o no en riesgo las condiciones de seguridad de los demás automóviles. Los vehículos, amonesta la Santa Sede, “más que servir a un uso prudente y ético para la convivencia o la solidaridad y al servicio de los demás”, son habitualmente un instrumento de “abuso”.
Los valores éticos martillean al vasto número de ciudadanos. El Cardenal Raffaele Martino convoca a los medios para difundir sus ideas didácticas. El culto al alma le queda obsoleto a las nuevas líneas de discusión del equipo de Gobierno de Benedicto XVI. No se puede permitir la pérdida de feligreses en las carreteras.
No dice nada, en cambio, de los valores éticos que supone estar callados frente a las guerras injustas de los poderosos ni de lo que supone orquestar leyes caníbales para los jóvenes precarios, los inmigrantes o los países colapsados de deudas por el FMI, el BM, la OMC y grupos de presión usurpadores. Aquí la moral viene silenciada. Tampoco dice nada de lo que significa el uso irresponsable del petróleo ni de los métodos salvajes para conseguirlo.
Llama la atención, por peculiar, la división que hace de los parroquianos de las carreteras, “divididos en cuatro categorías: los viajeros, las prostitutas, los niños sin familia y los vagabundos”. El punto de vista cuanto menos es novedoso y especialmente errado. Las prostitutas de las travesías y tramos urbanos más que impedir el adelantamiento regulan el tráfico de los furtivos “viajeros” que aminoran la marcha. Los niños sin familia, cuando no están recluidos en centros estatales, poco o nada pueden hacer para motivar los adelantamientos. Y los vagabundos caminan por las ciudades, ya que bajo las carreteras llueve y no hay puntos de reparo.
De la doble moral del Papa Benedetto XVI nos quedamos sólo con la parte de los “viajeros”. Hay que tener en cuenta que por un lado están los que conducen (potenciales pecadores) y por otro los que tienen chófer y se libran de las brasas eternas en detrimento de sus conductores.
El gabinete de la Iglesia católica lanza una batalla contra los adelantamientos de automóvil. Ante esta nueva normativa católica de circulación habrá que preguntarse si los que rodamos en bicicleta hemos ganado puntos para el carné celestial que bíblicamente revisará san Pedro o si estamos fuera de toda norma, de nuevo, por no utilizar petróleo trasformado en nuestros desplazamientos ecológicos.
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